sábado, 3 de octubre de 2015

Cabeza de Norberto

Hoy entregué oficialmente mi antiguo cuarto. Un hecho banal, intrascendente, casi insignificante. No para mi, que soy un sentimental de los espacios que comparto, de las esquinas y los bares.



Llegué a esta habitación asqueado y con el corazón roto aprendiendo las consecuencias del silencio y las autoestimas juntando polvo, y fue el sitio en que me arranqué con los dientes antiguas etiquetas. Donde renové mi compromiso con la curiosidad por saber cuánto había de mí en lo que se decía y en lo que yo mismo intuía.

Fue el escenario en que ensayamos con mi chico la posibilidad de construir entre risas y lágrimas algo bonito, incierto por momentos, pero de verdad incluso en sus asperezas. El sitio en que vi estallar una historia de amor pronosticada y ajena, dónde los secretos caían como tormentas descontroladas y lo más oscuro de mi y de los otros se permitía brillar con absoluta desnudez.

En ese lugar fue donde  incluso quienes no han llegado a pisarlo jamás, han estado presentes con sus objetos personales a buen resguardo como si de tumba de un faraón se tratase. Dónde cada objeto tenía su propia historia o su histeria. El lugar donde preparaba mis sesiones, mis guiones, mis vídeos y los de otros. Un lugar donde se podía comer, gritar, conversar, fumar, beber, reírse, follar y dejarse llevar, perderse un poco para poder encontrarse. 

Un sitio de malos entendidos, de acuerdos, de creación, de sentarse a trabajar o tumbarse a divagar. Un sitio con misterio y el encanto del caos regado alguna vez también con lágrimas, con obstáculos, con puertas que se abrían y cerraban, con madrugones y amaneceres desvelados.

El sitio dónde aquel amigo que no suele dormir con otros amigos se tiró tres noches muerto de risa compartiendo una cama de plaza y media. Donde durmió mi padre o mi prima cuando vinieron a repartir y dejar un poco de lo que son para que se quedara conmigo para siempre. El lugar donde un rinoceronte andaluz lo llenó de cosas hasta hacerlo también suyo mientras un león pirata hacía pis en las esquinas para controlar el perímetro y alejar extraños del corazón.

Este es el motivo por el cual, no importa en que habitación de la casa duerma, lo normal es que si no siento confianza contigo, no te deje pasar, no te invite a entrar, ni deje siquiera que la veas desde la puerta. Porque es fácil poner un pie dentro y echar un vistazo a toda mi vida. No es un cuarto a la usanza, no está hecho para gustar o provocar lo contrario. Es como sentarse a tomar el té dentro de un corazón. Y si hay papeles desperdigados, muñecos raros, pinturas u objetos indescriptibles orbitando en él, no es desorden, es mi cabeza y mi corazón haciendo nudismo. Gracias, querida habitación mía y de los míos, por estar tan descontroladamente viva durante tantos años. Tus paredes guardan secretos que mi corazón se lleva con renovada curiosidad, para seguir enredando hasta que el telón se baje.



La Fuerza Centrífuga del Amor II

Me gusta pensar que exponer parte de tu imimidad puede servir para algo más que un simple acto de excibicinosmo u onanismo intelectual. Dich...