domingo, 8 de noviembre de 2015

Los Sonidos del Silencio

Me preguntaba, cual es la diferencia (una vez más) entre las llamas del amor y las del infierno, si a fin de cuentas ambas te acaban abrasando. ¿O es que son la misma cosa? Despertarte a estas horas con estas ideas es un claro indicio de que algo huele a quemado. A veces no importa. Hay ausencias que lo incendian todo. Tanto como el amor que las alimentó.



Parece que estamos hechos para arder. No importa el  camino, todos conducen hacia la llama eterna de lo que sea. Quema el amor y su ausencia, quema la intención, quema el deseo, ardemos al estar saciados o al encontrarnos vacíos.

Soy agua, soy gasolina. Soy la respuesta estúpida a todas tus preguntas profundas, el mismo error que eliges libremente cada día para cada día arrepentirte de mi y volverme a elegir. Soy el teléfono que descuelga al otro lado cuando los demás no cogen y el que no quieres descolgar cuando te llamo a ti.

Un pobre ignorante que tiene mucho que aprender, un meteorólogo del amor, un aprendiz de brujo con éxito en consulta y mala praxis en las pociones. El beso que te convierte en rana y que vuelves a besar. Soy la sorpresa envuelta en papel de regalo transparente. El paquete bomba que colocas en un sitio privilegiado de tu salón.

Soy el error con denominación de origen que lucías con orgullo. La mentira buena, vista desde el sur, la verdad a medias vista desde el norte. Los que me quieren dicen que me cuesta admitir un error. Los que me conocen saben que me cuesta admitir una derrota.

Hay que equivocarse mucho para hacer las cosas bien, y ninguna decisión correcta está libre de hacer daño a nadie. Siempre hay daños colaterales. He visto llorar a personas amargamente y sin consuelo ante una decisión que rescataba a otro de su pesadilla. ¿Se podría haber hecho mejor? ¡Sin duda! ¿Pero puede alguien garantizarme que lo haría sin salpicar a nadie?

Y ahora, este amasijo de errores y aciertos que escribe salpicado por las llamas que un día encendió, se queda con un montón de rencor, de rabia y de falta de cordura que... no sirven para nada cuando "tus razones" son inocuas a la hora de calmar el dolor del otro. Cuando tus razones no han hecho más que empeorar las cosas, cuando le has dado un lugar por encima de las necesidades del que está sufriendo. Cuando, pienses lo que pienses y lo veas como lo veas, con razones o sin ellas, eres tú parte de su problema, el objeto de su frustración. Cuando eres tú el que enfrascado en hacer valer tus razones, las pierdes todas cuando le dejas de escuchar. Porque cuando dejas de escuchar y le intentas arropar, lo que haces es abandonarle.

Cometí un error, admito la derrota. Y me gustaría atraído por la inercia, hacer valer mi derecho a la pataleta, al ajuste de cuentas, a exigir cierta reciprocidad en nombre de un montón de estupideces y por todo lo escrito al empezar esta líneas. Palabras.

Termino estas líneas sin comprender aún la diferencia entre las llamas del amor y las de infierno, pero tengo muy claro que ambas brillan en uno mismo. Es domingo, tengo los ojos hinchados y he de ir a trabajar. Ayer era una persona herida cargada de razones, un perdido de la vida señalando tus errores, una lista de la compra, un tipo que exigía el valor de sus acciones compradas en bolsa. Palabras. Un festival de todo lo que no necesitabas. Un idiota sin razón que debe dejarte ir, si de verdad quiero que no te vayas. Es duro tu silencio y también la única razón válida. Pero te he escuchado.


La Fuerza Centrífuga del Amor II

Me gusta pensar que exponer parte de tu imimidad puede servir para algo más que un simple acto de excibicinosmo u onanismo intelectual. Dich...