viernes, 10 de noviembre de 2017

La Fuerza Centrífuga del Amor II

Me gusta pensar que exponer parte de tu imimidad puede servir para algo más que un simple acto de excibicinosmo u onanismo intelectual. Dicho esto, hoy hace dos años que me despedía publicamente de mi última relación sentimental, del compañero con quien había compartido los útimos cinco años de mi vida. Una despedida sin pañuelos en lo alto, sin puñales en lo bajo, sin tragedia griega, sin rencor. Pero como diría Jack el destripador, vamos por partes.



Cuando la pose no puede contener la furia

Fotos de comida, fotos de besos, fotos bailando, bebiendo, frente al espejo del baño, en la playa de vacaciones, en un concierto, en el gimnasio, la habitación. En ocasiones no es fácil distinguir si son fotos de una vida o una vida armada para la foto y salvo que conozcas íntimamente a la persona, la sensación general es que la vida es una fiesta. Y me consta también que muchos de quienes forman parte de mi vida hacen de su vida una verdadera fiesta. Curiosamente, a penas dejan rastro de ello en sus redes sociales.

Tengo la extraña certeza que la gente presume de vida perfecta y superficial, hasta que aflora el rencor. Las personas por norma general, sacan a pasear muchas cosas de su vida en las redes sociales, pero sólo cuando se sienten frustrados, injustamente tratados o con el corazón roto, sacan a pasear aquello que es más de verdad. Cuando la pose no puede contener la furia o el malestar, tendemos los trapitos sucios a que les de un poco el aire y el sol. Mucho sol, si tiene que quedar claro que mi ex se ha comportado como un mierda, es importante que el asunto esté bien iluminado, o al menos que brille con la misma intensidad que nuestras fotos de amor y platos de comida.

Iluminado por esos arranques de rencor ajeno y fiel (absolutamente fiel) a mi forma de entender algunas cosas de la vida, decidí en el mismo momento de mi ruptura guardar en la cajita de las mierdas aquellas cosas que no sirven para construir nada y me "despedí" publiamente de mi compañero sentimental, con el mismo bombo y publicidad con la que siempre mostré abiertamente mi amor, y lo hice también con el mismo amor y respeto que siempre nos ha mantenido unidos, incluso en los momentos más chungos cuando no sabes qué hacer con el otro ni el otro sabe qué hacer contigo.


Él respondió a este "Estado del Facebook" con un "Suscribo cada palabra. Nos queremos demasiado." Y todo era verdad, tan cierto como que no econtrábamos la manera de solucionar nuestros desencuentros, de volver a entender qué nos quiere decir el otro y cuando eso ocurre, el amor no es suficiente. Tan simple y tan duro como eso. Aquello era como estar atrapados en un laberinto, escuchar la voz del otro en la pared contigua y no conseguir llegar hasta él, perdiéndonos más en cada intento, y antes que la cosa degenerara en algo que no nos merecíamos, decidimos dejar de buscarnos en aquel laberinto de frustraciones.

Ironías del destino, durante los años que estuvimos juntos siempre nos reíamos diciendo que "no teníamos una canción" algo que nos identificara o nos acercara a aquel momento en que nuestras vidas se cruzaron. Siempre hemos pensado (basándonos posiblemente más en el cine que en la vida real, aunque hay muchos casos) que la mayoría de las parejas tenían alguna canción en común, algo que les identificara.

Inconcientemente o no, aquella nota de despedida la ilustré con un link al siguiente video, un tema que acababa de descubrir y  sentí que expresaba todo lo que nis palabras no llegaban a trasmitir. A él le encantó y terminó diciendo " Al final, tenemos canción" Si os parece cursi o no, me importa casi tanto como las fotos de unos pies frente al mar. Lo importante, cursi o no, es que es de verdad.

Volviendo al principio, me gusta pensar que esta exposición de la intimidad, esta reflexión veraz con todas sus aristas, sirvan para algo más que una simple exhibición casi pornográfica de la intimidad y nos hagamos cargo de la persona que elegimos para compartir nuestra vida. Llegar al final de algo no necesariamente se corresponde a un error o una mala elección por muy frustrante que nos resulte el final.

Dos años después

Pasado el tiempo, ninguno de los dos ha detenido su vida ni se ha quedado paralizado ante la pérdida (que por muy facil que esto se escriba, no ha dejado de ser terriblemente dolorosa) y hemos seguido adelante con nuestros proyectos, inquietudes y curiosenado otros aspectos de la vida, pero nunca, desde aquel mismo día, hemos dejado de estar en contacto, por mucho que nos hemos esforzado en tomar distancia y hacer cosas totalmente distintas a las esperadas. Hemos fracasado en el intento de eludir las ganas naturales de querer estar con el otro, de la manera que fuera, pero siempre sana, siempre cerca.

Han pasado dos años desde entonces, ninguno de los dos somos el mismo pero extrañamente volvemos a reconocernos (SÍ, vuélvelo a leer). No hemos vuelto porque nadie quier volver de donde ha salido corriendo, pero tampoco nos hemos ido. De alguna manera, aquel laberinto en el que nos encontrábamos se convirtió en una construcción de arena que ha ido cayendo hasta volvernos a encontrar con la mejor versión de nosotros mismos.

Como dijo un sabio amigo mio: "No se lo que queréis, pero sí sé lo que no queréis" y efectivamente tiene razón. Ninguno de los dos tenemos problemas para estar solos y continuar con nuestras vidas cultivando incluso una amistad. Pero con el otro, todo es infinitamente mejor. Y sí, las etiquetas son para la ropa y seguimos sin estar juntos, pero envueltos, eso sí, en La Fuerza Centrífuga del Amor  Y como dije en aquel artículo de hace un año: "Me gusta lo que tengo sin tener, no siento que me falte nada". Pasado el tiempo y pasado los años, ésta es mi experiencia a fecha de hoy, mañana será otro día, pero.. pocos podrán reprocharme coherencia. Gestionar los sentimientos y las decisiones que tomamos respecto ello no es precisamente fácil, pero al menos lo que me pasa, la parte de mi  que expongo y la forma que tengo de construir, tirar abajo y volver a empezar, es de verdad.

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