lunes, 7 de noviembre de 2016

La Mil y una Noches

Esta ciudad, este Madrid distinto que grita a quienes saben escuchar que aún sigue siendo el mismo. Que al cerrar por las noches el H&M de Gran Vía, las sombras de las estanterías del SEPU vuelven a su ubicación original, como la cafetería Nebraska, que aguarda agazapada desde el recuerdo a que volvamos a desayunar en sus mesas un domingo por la mañana, aunque sólo sea desde la memoria.

 

Todo ha cambiado a los ojos de quienes pasamos despacio por la ciudad o todo sigue igual a la vista de los recién llegados, pero los fantasmas siguen cada noche del sábado bajando las escaleras del Xenon de Callao, esperando que alguien le devuelva a la ciudad su insomnio aventurero y el éxtasis de una noche que se negaba a morir, prolongándose por la mañana, o en mitad de la madrugada comiendo pizza en La Recoba.

No hay ruinas, sólo fantasmas que se dispersarán cuando se apague la luz de nuestros ojos o la memoria se vuelva difusa y sólo quede un puñado de fotos ajadas.


La vida que nos prometían entonces era una continua fiesta en la que todo podía suceder. Y lo que sucedió finalmente fue que despertamos. Pero algo perdura además de la música de entonces, que nunca acaba de irse del todo cuando ya está de vuelta con nuevas e infinitas versiones, condenadas a seguir volviendo una y otra vez.

La ciudad debe seguir creciendo, la noche debe seguir mutando y las nuevas generaciones han de seguir con la tradición de reivindicar su tiempo como el más inolvidable, antes de que el alzhéimer les alcance .

Aún recuerdo al dueño de Why Not? poniendo copas en el Ricks antes de gastarse un dinero imposible en zapatos que sólo él es capaz de llevar con naturalidad.

Buscábamos el amor en la pista de baile, cómo mandan los cánones de la música disco y solicitando un boli y un papel en la barra de turno, sin móviles, sin PDA.

Internet aún era una pantalla en negro y verde y el mundo que estaba por ser descubierto habitaba en la calle, como la comida del hombre prehistórico antes de la irrupción de los supermercados millones de años después.

Y millones de años después, nos lanzamos al consumo en un tiempo en que podías hacer la compra los domingos en grandes centros comerciales de aquellos años: Continente, Prica, Simago, hoy reconvertidos todos en Carrefour y Maxi-DIA.

De aquellos días sólo se repite la oscuridad de la noche y las ganas de seguir escuchando música, antaño en un Walkman a Cassette, luego en reproductores portátiles de CD, hasta llegar a los reproductores MP3 con pantalla táctil

Y es que no importa cuanto cambien los escenarios ni cuanto avance la tecnología, el hombre siempre es el mismo. Al igual que las gripes que azotan las ciudades en invierno, las ganas de sentirse bien, de encontrar a la persona de tu vida y pasar una noche inolvidable con los amigos, se renueva cada día con sus aciertos y decepciones, generación a generación. Y no puede ser contenido en ningún lugar físico más que en la memoria, lo que nos sigue obligando disfrutar de lo que hemos conseguido o buscar lo que aún necesitamos. Gracias a Dios.

viernes, 8 de julio de 2016

Un viaje de 23 años

Eran los primeros tiempos de un flamante 1993 cuando entre sueños, una canción que sonaba en Onda Madrid me traía al mundo de los vivos y de golpe, me hacía comprender que me encontraba en un país extraño donde las canciones hablaban de chicas de piernas largas y llevarla a los toros para recuperar su amor. No daba crédito.


Intenté recordar el nombre de aquel grupo, el título de la canción, parte de la letra... y volví a quedarme dormido con una sonrisa para el mayor de mis espantos en un tiempo en que no existía Internet. 

Lo que me impactó de aquello fue esa aparente arritmia en la canción y la voz al comenzar a cantar, que fue a más en cuanto escuché aquello de "Te regalaré una flor, te llevaré a los toros" en una mezcla de rechazo y fascinación que mis sentidos no sabían muy bien cómo acomodar: "No te quieres enterar/ cariño mio/ de lo que a mi me pasa./ Que desde que tu te fuiste/ mi vida es un infierno/ se me cae encima mi casa..."

Aquellas frases junto a una melodía pop muy de la tierra se me quedaron impregnadas durante años, y cada tanto primero con Yahoo, después con Google intenté encontrar alguna pista que me acercara hasta ella, que no dejó de mostrarse esquiva durante décadas arrojándome resultados frustrantes. Y así, cada tantos años volvía a la carga a ver si mi fortuna corría mejor suerte aún oliendo a fracaso desde el principio. Hasta esta madrugada.

Así fue como veintitrés años más tarde, cerca de las cuatro de la mañana de hoy, muerto de calor y sueño decido volver a intentarlo después de mi última incursión de la que hacía cuatro o cinco años atrás. Cogí el móvil en plena oscuridad y le susurré a Google: "Desde que tu te fuiste/ mi vida es un infierno/ se me cae la encima mi casa..." ¡Y funcionó!

Me dio como siempre algunos resultados esquivos, un par de señuelos para hacerme desistir de mi intento, hasta que finalmente apareció parte de la letra. ¿Será esta? Me incorporé, encendí la luz y vi las palabras clave: "cariño mío, toros, se me cae mi casa..." y me sentí raro "seguro que es otra cosa" y al comprobarlo en youtube, fui tan feliz que me quedé a oscuras otra vez escuchándola en modo bucle hasta que me dormí, por fin con ella 23 años después

Con seguridad no os debe de importar mucho esta historia, tampoco se trata de una pieza excepcional, pero ha sido un viaje muy largo en el que nunca me dí por vencido, y más que una canción que nunca tuve lo que recuperé fue la memoria. La fotografía de un emigrante recién llegado que se quedó impregnado ante algo que le sonaba raro, arrítmico pero simpático que me ubicaba como un GPS en el contexto de una tierra extraña que con los años hice mía por derecho. Recuerdo aquella mañana en Aluche con una sonrisa que pasado el tiempo se llenó de frustración, y que hoy por fin vuelve a ocupar el sitio que tanto echaba en falta.

¿Lo primero que hice con ella? ¡Regalársela al chico que me hace sonreír por las mañanas cuando tengo la fortuna de despertar junto a él! Y creo que ha funcionado, porque también él sonrió.



jueves, 23 de junio de 2016

La Fuerza Centrífuga del Amor

"Hoy te quiero para siempre. Mañana ya veremos" Y con esa frase cimentada en la experiencia, la vocación de eternidad en la que nace el amor rodeado de buenas intenciones, pero regado también con la lógica aplastante de lo imprevisible, llegué a su vida esperando que la mía le resultase un recorrido que igualmente valiese la pena.


Hemos sido casi tan torpes para tomar distancia como certeros en la buena puntería que nos ha mantenido unidos. Unidos porque aún pudiendo evitarlo, aún intentando nuevos recorridos y una vida sin el otro o con el otro descansando en otra estantería diferente a la que nos habíamos dado, desde la más absoluta de las libertades todo nos llevaba nuevamente a perdernos en ese hogar que significa el otro.

Conoce casi todos mis defectos, conozco los suyos. Ha sufrido mis pesadillas, mis dudas, mis ausencias incluso bajo la misma manta, y él me ha arrojado a las suyas de forma tan inevitable como yo. Y todo esto amigos, sin la más mínima intencionalidad pero atrapadas en la fuerza centrífuga de lo peorcito de cada uno. 

Es fácil construir paisajes bonitos con lo mejor que tienes, nosotros lo construimos con todo lo que había, lo que ha otorgado en ocasiones una veracidad incómoda a lo que teníamos enfrente, pero con la insuperable consistencia de lo verdadero. Y eso incluye la fuerza centrífuga del amor.

Pese a los intentos de llevar una vida "sin", apoyándome en la lógica, en la matemática, en la certeza de que el mundo no acaba ni empieza en nadie más que en uno mismo, amparándome en el uso de mi libertad más absoluta, es que me he visto una y otra vez como quien intenta luchar contra la gravedad de la tierra dando saltitos por la calle.

Nada me obliga, nada me condiciona, nada me somete a seguir construyendo un paisaje con él, un mundo que cada día con sus cosas viejas se respira nuevo, porque todo se transforma entre sus manos y las mías. Y al final, es desde el uso de mis más absoluta libertad que no vuelvo a ningún lugar, sino que sigo esforzándomos por construir nuestros mundos. Detrás de cada huída, de cada nueva puerta que abría y que abro, justo después de trazar cada nueva ruta, en todos los trazos al final aparece él. Y francamente, por inesperado y por la veracidad de aquello que no buscas y tampoco puedes entender ni acomodar en las estanterías de los lugares comunes, es que le sigo eligiendo. Estar juntos o no eso ya es otra canción, una melodía que en este momento para mi carece de rítmo y potagonismo. Una etiqueta que no define nada, que no sentencia nada, que no consigue modificar nada, porque después de algo más de cinco años, después de tanta aparente distancia, me pasa lo que me pasa, con independencia de lo que ocurra mañana. Me gusta lo que tengo sin tener, no siento que me falte nada.

Te la dedico





La Fuerza Centrífuga del Amor II

Me gusta pensar que exponer parte de tu imimidad puede servir para algo más que un simple acto de excibicinosmo u onanismo intelectual. Dich...